Cien palabras sirven para algo que más que para
pedir perdón. En una caja de más de diez metros cuadrados cupo todo el dolor
que mi alma podía aguantar. Y así me despedí de ti, pensando que seguías tan
ridículo como siempre, quejándote por todo y de todos. Y es que la vida es un
juego en el que todos parecemos ridículos. De un modo u otro anhelamos poder
abrir esa caja y ver las mariposas volar alrededor de una gran mansión, soñando
ir de cacería con nuestros recuerdos. Atraparlos. Estrujarlos. Y dejarlos huir.
Lejos de nosotros mismos. Para siempre.
MSM (microrelato para una concurso de RNE)