miércoles, 13 de julio de 2011

Terminales


Me gustan los aeropuertos, a pesar de mi miedo a volar. Me gusta ver el trajín de vidas e historias de una puerta de embarque a otra, esperando a escuchar su número de vuelo por el altavoz. Los niños correteando por las tiendas y los bares, emocionados por subirse a ese inmenso aparato con alas, me sacan siempre una sonrisa porque me recuerdan a mí de pequeña, con la misma sensación, y lista para vivir una nueva aventura.
No sé si será su olor, sus discursos monótonos o el personal de facturación, pero siempre he pensado que me encantaría trabajar en uno. En un aeropuerto. Ya sea en un bar, embarcando las maletas, en los puntos de información. Da igual. En cualquier espacio de esta inmensa casa llena de destinos y llegadas, idas y vueltas, idas sin retorno, vueltas deseadas, miedos a volar, abrazos de bienvenida, lágrimas de despedida, negocios y escalas, esperas y retrasos. En cualquier parte de este aeropuerto lleno de vida, de personas, en una terminal o en la otra.

MSM