miércoles, 8 de diciembre de 2010

En otra época...

Y me perdí entre sus calles viejas, tímidas, auténticas. El soplo de historia que me invadía el cuerpo no dejaba de brotar en cada esquina. Entre luces allí en lo alto, y sombras que se perdían en los pasos de la gente, me adentré en aquel tumulto de olores; me resguardé de todo lo que llaman moderno para retroceder en el tiempo, que pasa inexorable; me impregné de todas aquellas esencias que escondían suaves melodías de otras épocas; e incluso me olvidé de mi nombre para ser la princesa triste de lo alto del castillo que aguardaba noche tras noche la llegada de su amado.

Una soñadora que quedó atrapada en las murallas de aquella ciudad medieval, en cada adoquín, en cada cartel, en cada comercio. Paseaba cada tarde por sus calles estrechas, entre la multitud, respirando jazmín y violeta, azahar y tomillo. El mercado le ofrecía probar bocado, oler aromas, jugar con títeres, elaborar retablos, crear una cerámica o adquirir una pequeña joya hecha a mano.

Y allí estaba yo, paseando por esa plaza, única en el mundo, flanqueada por esos arcos que han sufrido frío, nieve, lluvia y niebla. Y allí estaba yo, perdida en el recuerdo de una época que hubiera anhelado vivir. Y allí estaba yo, desde lo alto de un torreón, soñando con un nuevo amor que seguro viene al galope en su raudo corcel, en busca de su preciado tesoro. Un tesoro enterrado en un alo medieval, a la espera de descubrir su diamante en bruto.  

MSM