miércoles, 11 de mayo de 2011

Vivir despeinada


Hoy he aprendido que hay que dejar que la vida te despeine, por eso he decidido disfrutar la vida con mayor intensidad… El mundo está loco.. Definitivamente loco… Lo rico, engorda. Lo lindo sale caro. El sol que ilumina tu rostro arruga. Y lo realmente bueno de esta vida, despeina…
- Hacer el amor, despeina.
- Reírte a carcajadas, despeina.
- Viajar, volar, correr, meterte en el mar, despeina.
- Quitarte la ropa, despeina.
- Besar a la persona que amas, despeina.
- Jugar, despeina.
- Cantar hasta que te quedes sin aire, despeina.
Así que como siempre cada vez que nos veamos yo voy a estar con el cabello despeinado… Sin embargo, no tengas duda de que estaré pasando por el momento más feliz de mi vida. Es ley de la vida: siempre va a estar más despeinada la mujer que elija ir en el primer carrito de la montaña rusa, que la que elija no subirse.

Puede ser que me sienta tentada a ser una mujer impecable, peinada y planchadita por dentro y por fuera. El aviso clasificado de este mundo exige buena presencia: Péinate, ponte, sácate, cómprate, corre, adelgaza, camina derechita, ponte seria… Y quizá debería seguir las instrucciones pero ¿cuando me van a dar la orden de ser feliz?

Lo único que realmente importa es que al mirarme al espejo, vea a la mujer que debo ser. Por eso mi recomendación a todas las mujeres: Entrégate, Come rico, Besa, Abraza, Haz el amor, Enamórate, Relájate, Viaja, Salta, Levántate temprano, Corre, Vuela, Canta, Ponte linda, Ponte cómoda, Admira el paisaje, Disfruta. Y sobre todo, ¡¡¡deja que la vida te despeine!!!!

Lo peor que puede pasarte es que, sonriendo frente al espejo, te tengas que volver a peinar.

MAFALDA

Sabor, sabor


Entré por la puerta y se abrió ante mí otro mundo, otro país, otra cultura. Me quedé alucinada con aquella cálida atmósfera, aquella ténue luz, aquellas figuras a modo de Buda que me dieron la bienvenida al pasar por un pequeño puente de madera que había en el local. Un local enorme, con diversos niveles, velas en cada mesa, almohada de colores, plantas y árboles que rodeaban los diferentes caminos que se dividían hacia cada espacio. Espacios diversos con mesas típicas y sillas, o bajitas y cojines para recrear como comen allí, en aquel país que daba medio nombre a donde fui.
Con la boca abierta estuve todo el rato, además de para comer, inspeccionando cada rincón de aquel mágico lugar, parando atención en los clientes que entraban (algunos de ellos selectos; como nosotros, por qué no?), fijándome en los divertidos y sonrientes camareros que nos atendieron durante la cena.
Una cena llena de sabores, esencias, colores, olores. Y buena compañía, por supuesto.
Todo un descrubrimiento. Os lo recomiendo: Thai Garden.

MSM