En tu contagiosa sonrisa
perdí yo la vida cada vez
que venía a verte en
cualquiera de tus escenarios.
Ya fuera por pobre,
por humilde o por rebelde,
no podia vivir sin ella,
no podía respirar siquiera.
Tus pasos a un lado y a otro
me recordaban que estabas vivo,
que eras único en tu especie,
que tu alma se perdía a la intemperie.
Pero el diablo no se vistió de Prada,
ni de Armani ni de Victorio&Luchino,
sino que emuló al cruel exorcista
para arrancarte un pedazo de aire.
Ahora mas sólo puedo recordarte,
y negarme a olvidarte porque
en cada rincón te me apareces,
y la función no espera, Pepe.
A Pepe Rubianes. MSM