viernes, 7 de septiembre de 2012

Relato culinario


Mil demonios se me llevan cuando tengo el estómago vacío. Será porque estoy falta de buenos restaurantes a cinco metros a la redonda donde degustar los más exquisitos manjares de mi barrio natal: de los pucheros de Adela hacíamos plastilina; los canelones de don Anselmo los convertíamos en comida para perros. Nada a lo que nuestra sufrida madre de madalenas perfectas pudiera poner remedio. Pero así he salido yo, chef del restaurante parisino de mi ciudad, para servirles. En bandeja o menú degustación. Desde un solomillo asado hasta un pollo en pepitoria. Pasen y prueben.
MSM