sábado, 12 de febrero de 2011

Junto a la ventana


Aprendí a mirar al mundo detrás de aquel vidrio, sentada en una mesa de la cafetería de la esquina, mientras saboreaba cada mañana un zumo de naranja natural con espuma. Decidí pasarme allí horas enteras observando las vidas pasar, captando las imágenes que cambiaban ante mis ojos, enfoncando en cada historia, en cada detalle.
Muchas tardes de lluvia sentía la necesidad de contar al vecino de la mesa de al lado que Miguel y María se habían reconciliado después de una tonta discusión en aquel semáforo; que el pequeño Luís aprendió a mantener el equilibrio en su bicicleta y cruzó todo el paso de peatones sin caerse; que Elena estuvo una hora esperando en la esquina de enfrente a alguien que no apareció; que don Manuel se había roto la cadera después de tropezar con el bordillo de la acera; incluso que Fátima había dado a luz en plena calle con la ayuda del Samur.
Historias, vidas, melodías, recuerdos, vivencias fantásticas y reales que alimentaban mi afán por escribir; por vivir; por soñar; por sentir y contar que el mundo lo forman pequeños millones de mundos que nos hacen únicos. Con tan sólo prestar atención y apretar el botón de la cámera en el momento justo, sin moverse, junto a aquella ventana. Y ver las imágenes pasar.

MSM

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