viernes, 12 de diciembre de 2014

Entre mi almohada y mi soledad...



Pasó así muchas noches, ensimismada en sus pensamientos, sin esperar siquiera que él regresara. La luna se asomaba curiosa entre las nubes en las noches de otoño e invierno de aquellos meses sin sentido. Mariana sólo quería que todo saliera bien, que el bebé naciera sano, que el parto fuese rápido y que le doliera lo menos posible. Pero mientras llegaba ese momento, su único objetivo era proteger al pequeño en su vientre. Decidió hacer oídos sordos a los altos tonos de voz, los nervios y los golpes injustificados sobre la encimera. Y su fuerte carácter la fue haciendo insignificante. Se convirtió en un ser sin vida, en un alma en pena vagando por aquel chalet de cuatro plantas del que sólo se oía el crujido de los peldaños.
   Pasaba largas noches como esa en aquella cama de dos por dos, con su almohada, su libro y su barrigota de casi nueve meses, que no paraba de moverse. Él acababa durmiendo en el sofá, viviendo otra vida paralela, y subía por la mañana a la hora de la ducha. Eso sin contar las veces que él decía salir de fiesta con su hermano y unos amigos hasta el amanecer. Llegó a un punto en que deseaba que tuviera planes y se fuese, para poder estar tranquila y en paz con su pequeño.
   Mariana volvió de su sueño inquieto con el ruido de la puerta. Miró el reloj: las siete y media de la mañana. Otro día más de mentiras. 

MSM
Ejercicio del curso de Narrativa de l'Ateneu Barcelonès